viernes, 23 de abril de 2010

Homilía de la Toma de Posesión del Arzobispo de Panamá Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, O.S.A. Sábado 17 de abril de 2010


Homilía de la Toma de Posesión del Arzobispo de Panamá
Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, O.S.A.
Sábado 17 de abril de 2010


Excelentísimo Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Andrés Carrascosa Coso.
Excelentísimo Sr. Cardenal, Mons. Oscar Rodríguez Maradiaga
Excelentísimo Sr. Arzobispo Emérito de Panamá Mons. José Dimas Cedeño.
Excelentísimo Sr. Presidente de la Conferencia Episcopal Panameña Mons. José Luis Lacunza Maestrojuan o.s.a
Queridos hermanos del Episcopado
Reverendo Padre Robert Prevost, Padre General de la Orden de San Agustín.
RP. Carlos José Sánchez, Provincial de la Provincia Matritense.
Amados Presbíteros, diáconos, religiosas, religiosos, seminaristas.
Presidente del Comité Ecuménico y de las Iglesias Cristianas hermanas.
Excelentísimo Sr. Presidente de la República, Ricardo Martinelli y Ministros de Estado
Excelentísimo Sr. Vicepresidente y Canciller, Juan Carlos Varela.
Excelentísimo Sr. Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Aníbal Salas y magistrados.
Excelentísimo Sr. Presidente de la Asamblea de Diputados, José Luis Varela y diputados.
Excelentísimos Miembros del Cuerpo Diplomáticos.
Señor Procurador Suplente de la Nación
Señor Procurador de la Administración
Señor Presidente del Tribunal Electoral y magistrados
Señores Gobernadores y alcaldes

Muy queridos hermanas y hermanos, que conforman la gran familia de esta Arquidiócesis de Panamá.
Un saludo muy especial a los hermanos y amigos que han venido desde otros puntos del país y a todos los que nos están acompañando a través de los diversos medios de comunicación de prensa, radio, televisión e internet.
Quiero que nos unamos hoy en la oración por este servidor y Mons. Pablo Varela que cumplimos seis años de ordenación episcopal, justamente en este mismo escenario y a la misma hora, como también por el Papa Benedicto XVI, quien el próximo lunes cumplirá cinco años de estar al frente de la barca de Pedro.
De seguro estarán esperando oír de viva voz cómo se siente este hijo de Dios y hermano de ustedes en este momento. Para serles sincero, la Palabra de Dios que hoy se nos ha proclamado y este escenario que sirve de marco a nuestro encuentro, me han inspirado confianza para compartir lo que siento. Por una parte, la Catedral Metropolitana, símbolo de la fe del pueblo panameño, y, además, este histórico parque que guarda las huellas silenciosas de anhelos y esperanzas de los hijos e hijas de esta amada patria, nos recuerdan que la historia no se detiene, y hoy estamos construyendo una nueva etapa de esa historia, dando continuidad a la misma que forjaron los que nos han precedido en el quehacer panameño.

1. MIRADA A NUESTRA HISTORIA

Permítanme, refrescar la memoria histórica con el recuerdo de nuestros héroes, padres de la fe, los que hasta hoy nos han precedido. A mi mente viene el recuerdo del venerado Fray Juan de Quevedo, español, Primer Obispo de la recién creada Diócesis de Santa María la Antigua, el 9 de septiembre de 1513; de Francisco Javier Luna De Victoria y Castro, primer obispo panameño en 1751, y entre los obispos de los últimos 50 años:

- Mons. Francisco Beckmann, holandés, misionero vicentino, quien por años fue el único Arzobispo en el territorio nacional, pastor incansable que recorrió lo que era la arquidiócesis a lomo de mula y de caballo, en cayucos o canoa; o en su viejo automóvil modelo americano, guiado por su fiel compañero don Arsenio Tejada. Su legado: el “celo por la salvación de las almas” y “la preocupación por la ignorancia religiosa del pueblo” impulsaron sus esfuerzos en la promoción de las vocaciones al sacerdocio y la creación del Seminario Menor San José; la Escuela Superior de Catequistas, la fundación de las Misioneras Catequistas, y la promoción de los seglares en la Acción Católica.

- A Mons. Tomas Alberto Clavel, panameño del clero secular, lo recordamos como “el pastor en los tiempos difíciles”. Le correspondió la puesta en marcha de la renovación promovida por el Concilio Vaticano II. Fundador de la Universidad Santa María la Antigua, cuyo “palacio arzobispal” sirvió de primera sede universitaria. Trasladó la Curia al barrio del Marañón, ampliando su personal y sus servicios. Siguiendo el movimiento de renovación puesto en marcha por el Concilio, impulsó el Proyecto “San Miguelito”, inspirado en el modelo de las Pequeñas Comunidades.

- Mons. Marcos Gregorio McGrath, panameño y miembro de la Congregación de Santa Cruz. Con una cita suya que cuelga en una de las paredes de la Sala Museo, ubicada en la Universidad Santa María la Antigua, nos resume así su ministerio: “La gran tarea de mi vida ha sido guiar nuestra Iglesia en la renovación conciliar. Mi más grande satisfacción ha sido el aprender, presenciar y vivir esta renovación con ustedes. Pero la Iglesia de Panamá gracias a tantos de ustedes, está en movimiento conciliar”.

De esta visión suya, nos quedan la Cita Eucarística, la Cena de Pan y Vino y el Seminario Mayor San José, la Campaña de Promoción Arquidiocesana, El Panorama Católico, Cursillos de Cristiandad, Movimiento Familiar Cristiano, Las Madres Maestras, la Comisión Arquidiocesana de Oración, la Comisión de Justicia y Paz, para mencionar algunas de sus obras.

- Mons. José Dimas Cedeño Delgado, panameño del clero Secular; sus 16 años al frente de la Arquidiócesis, han sido marcados por un gran dinamismo pastoral en medio de vertiginosos cambios sociales, políticos, tecnológicos y culturales. Fiel a sus antecesores, Mons. Cedeño ha impulsado las vocaciones sacerdotales y la vida consagrada. Ha acompañando celosamente la formación de los seminaristas y reforzado la vida espiritual del clero y diáconos permanentes y su empeño por mantener el fervor y entusiasmo del laicado en esta Arquidiócesis. Uno de sus grandes aporte ha sido rescatar nuestra historia eclesiástica y colocar en su justa dimensión el hecho de ser la Primera Diócesis, creada en Tierra Firma del Continente Americano, como también rescatar el patronazgo de Santa María La Antigua como la Patrona de Panamá, nos deja también el legado de dos nuevos tomos de la Historia Eclesiástica de Panamá. Lo mismo que la Fundación Pro fe cuyo radio de acción es hacer posible la misión de la Iglesia en los centros de trabajo, y que decir de su dedicación a la familia.

Al recorrer la historia de nuestro caminar como Iglesia Arquidiocesana, es obligante agradecer al Señor lo que somos como Iglesia y a todos los que con su entrega y sufrimiento, han abonado esta querida tierra panameña.

Ahora nos toca a nosotros, por ello queremos recordar el pasado con gratitud para vivir el presente con pasión, para con nuestra acción abrirnos al futuro con confianza, siendo constructores de esperanza.

2. EL HOY DE NUESTRA IGLESIA ARQUIDIOCESANA

Comienzo mi ministerio como Arzobispo, consciente de que soy un eslabón que une los esfuerzos de ayer, hoy y mañana, para dar continuidad a la maravillosa historia de gracia, en la que Cristo interviene siempre realizando su obra de salvación.

Hermanos míos, soy hijo de esta tierra, lo que me permite conocer la realidad, el marco situacional en el que vamos a comenzar este ministerio. El pasaje que hemos escuchado hoy, expresa lo que siento, por eso parafraseando a Jeremías me atrevo a decir: “Ay Señor mío, mira quién soy, mira que soy pequeño, un muchacho, mira que estoy temblando…”. Y escucho la voz del Señor que me dice como a Jeremías: “No tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte….”¡Gracias, Señor!
Me encuentro con la realidad de una Iglesia Arquidiocesana haciendo camino entre luces y sombras, entre logros y fracasos, optimismo e incertidumbre y un Panamá deslumbrante por los signos de progreso bajo el influjo del desarrollo material, pero que nos reta a todos a una justa distribución de las riquezas con las cuales el Creador nos ha dotado.
3. MIS PRIORIDADES COMO ARZOBISPO

Queridos hermanas y hermanos: No es el momento de presentar un plan de acción pastoral, ni de diseñar un nuevo programa, porque ya lo hemos venido trabajando en las últimas Asambleas Pastorales, iluminados por el magisterio del Papa Benedicto XV y de los Obispos Latinoamericanos expresado en el Documento de Aparecida, que nos han exhortado a la Misión Continental, para colocar a la Iglesia en un estado permanente de misión; es decir una nueva evangelización en donde se nos propone el modelo de ser “discípulos misioneros de Jesús”. Esto significa salir de nuestros templos, tener una presencia en todos los ambientes de la sociedad –políticos, culturales, sociales, económicos- para impregnarlos de la ética y los valores cristianos, para construir un Panamá más justo, equitativo y solidario, en el que fundamentalmente las laicas y los laicos tienen un papel protagónico. Todo esto en el contexto de los 500 años de la llegada de la fe al Istmo que celebraremos en el 2013. Ardua tarea la que tenemos por delante. Pero, juntos lo lograremos.

Quiero compartir con ustedes, lo que será mi prioridad en la Arquidiócesis:

-Lo primero, ser un arzobispo santo. Mi primer objetivo será buscar la santidad con todas mis fuerzas; buscar el rostro de Cristo en la oración para así encontrarlo en el rostro de la hermana y del hermano. Sólo así podré tener los sentimientos del “Buen Pastor” para guiar con amor y ternura, suavidad y firmeza a este pueblo de Dios que se me ha confiado; todo esto con la protección maternal de Santa María la Antigua.

Para esto, hermanas y hermanos míos, ayúdenme a mantener los brazos en alto, en la oración de cada día. Ayúdenme a recibir la Cruz, no con resignación, sino saliendo a su encuentro y abrazarla con amor y alegría.

Ayúdenme a seguir tras las huellas del Buen Pastor, “delante de las ovejas” con el ejemplo, enseñándoles a entrar por la Puerta de las ovejas que es el mismo Cristo, conociéndolas por su nombre, con amor preferencial por las heridas y, sin olvidar a las descarriadas.

Es oportuno recordar las enseñanzas del Papa Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos».

-Lo segundo, suscitar la santidad de nuestros sacerdotes. Esto no es tan solo un deseo, es una oración profunda y confiada. El santo cura de Ars, Juan María Vianney, quien se nos ha propuesto como modelo, en este Año Sacerdotal, enseñaba a sus parroquianos sobre todo con el testimonio de su vida. De su ejemplo aprendían a orar acudiendo, con gusto al Sagrario para visitar a Jesús Eucaristía. Por eso mis queridos sacerdotes, hemos de estar centrados en la Eucaristía, que sepamos ofrecer la Eucaristía y ser nosotros mismos Eucaristía (vida entregada para que los demás la tengan abundante). Sin olvidarnos que la cercanía de Cristo es la razón de nuestra alegría. “Un santo triste es un triste santo” se ha escrito con verdad. Porque la tristeza tiene una íntima relación con la tibieza, con el egoísmo y la soledad”.

Si como pastores nos empeñamos en la Santidad, la santidad de los demás fieles nos vendrá por añadidura y nuestras comunidades serán escuela de oración y de encuentro fraterno.

El Obispo debe ser principio de UNIDAD. Con el Papa Benedicto XVI, pedimos al Santo Cura de Ars: “que su ejemplo fomente en los sacerdotes el testimonio de unidad con el Obispo, entre ellos y con los laicos, tan necesario hoy como siempre”.
Queridos sacerdotes, les invito a que juntos vivamos la pasión por la unidad mediante una profunda espiritualidad de comunión afectiva y efectiva. Comunión, no sólo para la eficacia, sino para dar credibilidad a nuestro testimonio’. Yo como su pastor estoy llamado a ser para ustedes padre, hermano y amigo siempre abierto al diálogo.

Hermanos todos, oremos por nuestros sacerdotes, oremos para que en estos tiempos difíciles, los sacerdotes por su vida y sus obras se distingan por un vigoroso testimonio evangélico.

-Lo Tercero, la participación laical en la Iglesia y en la sociedad. Queremos seguir impulsando la participación de laicos y laicas a lo interno de la Iglesia, en su formación teológica y doctrinal, especialmente en el ámbito de la doctrina social de la Iglesia para que sean más los agentes de pastoral que se comprometan en transformar de manera efectiva el mundo según Cristo. Hay una riqueza de experiencias pastorales que tienen incidencia en lo social, pero aún no es suficiente, y esto es otro de los desafíos que le presenta a los laicos y laicas el Documento de Aparecida.

4. MIS ANHELOS FRENTE A LA REALIDAD PANAMEÑA

Hermanas y hermanos: Somos conscientes, que vivimos tiempos difíciles que nos exigen actitudes definidas y comprometidas. La realidad que vive nuestro país está marcada por la pobreza y la exclusión social; una concentración desigual de los recursos, desempleo y precariedad del sistema laboral, sistemas inadecuados de salud y educación, inseguridad ciudadana y violencia, migración por la falta de oportunidades en las áreas rurales y un creciente deterioro del equilibrio ecológico.

Frente a estos hechos sociales, no podemos quedarnos en la pasividad provocada por el miedo y el pesimismo, porque para quienes creemos en el Dios de la vida, que nos amó tanto que entregó a su único Hijo –Jesucristo Nuestro Señor- para liberarnos de toda opresión espiritual y material, venciendo a la muerte, estamos convencidos que con la fuerza del amor, y el compromiso de cada uno de nosotros podemos ayudar a transformar toda estructura de pecado en nuestra sociedad.

Evidentemente que para ello necesitamos hombres y mujeres, en cada una de las esferas de la sociedad, capaces de hacer germinar y de suscitar un nuevo modelo económico, social y político, con un rostro más humano, más sostenible y solidario. En consecuencia, esto solo será posible con autoridades comprometidas a deponer los intereses partidarios y particulares, para colocar como principal objetivo el solucionar de manera permanente las necesidades de la población, con una real participación ciudadana. En este sentido hacemos un llamado a nuestro laicado para que su fe se haga vida en estos escenarios, porque una fe sin acción no es fe. Es importante y necesaria su participación en las instituciones de la vida pública y actuar con eficacia dentro de ellas.

Desde la fe quiero invitarlos a que juntos soñemos por un mejor Panamá:

· Que en Panamá todo hombre y la mujer sean respetados y valorados; desde que son concebidos en el vientre materno hasta que lleguen al ocaso de sus días.
· Que la educación en Panamá supere la visión reduccionista de formar para la producción, la competitividad y el mercado; y que sea para toda la niñez y juventud una educación de calidad e integral, que forme en lo científico y tecnológico pero sobre todo en el respeto y la promoción de la dignidad humana.
· Que cada trabajador cuente con salarios justos, estables y condiciones laborables decentes que le permita cubrir las necesidades básicas de su familia.
· Que las personas que padecen enfermedades encuentren en los hospitales la atención y el calor humano, los servicios y las medicinas de calidad que requieran.
· Que se escuche a los jóvenes y se les responda como ellos se merecen. La juventud tiene el derecho a ser amados, valorados y se les brinde las oportunidades para desarrollarse de manera integral.
· Que vivamos en un país comprometido con la vida y solidario con las víctimas de la violencia – los niños, las mujeres, las víctimas de secuestros, de asaltos y extorsiones y las que mueren en cumplimiento de su deber.

En este punto es necesario que digamos: ¡BASTA A LA VIOLENCIA!, ¡BASTA DE LA PERDIDA DE VIDAS INOCENTES!, ¡BASTA DE MADRES QUE LLORAN DESCONSOLADAS A SUS HIJOS, ESPOSOS, HERMANOS Y PADRES, BASTA DE ESTAR ENCERRADOS ENTRE LOS BARROTES DEL MIEDO! Iniciemos desde YA una jornada de oración permanente, en solidaridad con todas aquellas personas víctimas de la violencia. Tengan la certeza no sólo de nuestra comprensión, sino de nuestro compromiso de colaborar en todo lo que sea posible para fortalecer una cultura de la Paz como camino para combatir la violencia.

Por esas víctimas, hermanas y hermanos, en este momento los invito a que demos un aplauso, como signo de nuestra disposición de caminar todos juntos, en la búsqueda del cielo nuevo y la tierra nueva que anhelamos; y nos comprometamos a trabajar por una cultura de paz.

Ante esta realidad, quiero ser profeta de esperanza. No con una actitud simplista e irresponsable, ni un falso optimismo, sino confiando primeramente en la Palabra del Señor que nos dice: “No se turben sus corazones…no tengan miedo…Yo he vencido al mundo…y estaré con ustedes hasta el fin”. Confiando también en los esfuerzos de todos los ciudadanos que habitamos esta tierra istmeña y vivimos anhelando tiempos mejores.

5. AGRADECIMIENTOS

Quisiera agradecer a todos, pero sería casi interminable la lista, porque es mucho el afecto que he experimentado en estos días, no por mi persona, sino por la fe de ustedes y lo mucho que valoran el don de la Iglesia y el ministerio del episcopado.

Sin embargo, permítanme expresar un reconocimiento especial a mi familia, a mis padres (Dagoberto y Clodomira); a mis hermanos (Mariela y Dagoberto), a mi familia de sangre y mi familia en la fe.

A ustedes queridos hermanos en el episcopado, los de casa y los que han venido de Iglesias hermanas, (Costa Rica, San Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua , Puerto Rico, República Dominicana, España), gracias por su presencia, que hace visible el misterio de comunión del colegio episcopal. Gracias Padre

Especialmente, muchas gracias Mons. José Dimas, le reitero lo que usted ha sido para mí: un hermano, un maestro.

Gracias, P. General de la Orden de San Agustín, y hermanos agustinos con vuestro testimonio, sus enseñanzas y cercanía de amigo me han ayudado siempre a abrirme con confianza al Designio Divino en mi vida.

Un especial pensamiento para las Iglesias Cristianas hermanas. Es importante educarnos cada vez más en el primado de la alabanza al único Dios y Padre de todos. Tenemos motivos infinitos para alabar a Dios: "Dios mío tú eres grande, eres bueno con todos, me has sostenido hasta ahora, has hecho de mí grandes cosas, las has hecho conmigo porque amas a tu pueblo...".

A usted Excelentísimo Señor Presidente, que junto a sus ministros y los diversos órganos del estado que se han hecho presentes: gracias. También a ustedes ex presidentes de la República de Panamá. Agradezco la presencia de las autoridades civiles, diplomáticas y de seguridad.

Por el inmenso esfuerzo que ha supuesto preparar esta celebración, merecen mi reconocimiento y mi gratitud profunda: los organizadores de las diversas instituciones del gobierno y de la Iglesia, tantos voluntarios, el Coro Arquidiocesano, como también el personal con el que seguiré trabajando en el Arzobispado. A todos ustedes que Dios retribuya en abundantes bendiciones su generosidad
Quiero agradecer a los dueños de medios y a los comunicadores sociales, que desde mi designación me han acompañado hasta hoy, ¡qué rol tan importante ocupan en la sociedad!, por eso quiero invitarles a que no abandonen este hermoso servicio que los hace sembradores de libertad, de identidad y de comunidad, fundamentado siempre en la verdad, porque solo la verdad nos hace libres.

Hermanos tengamos siempre presente: nuestra gente es buena, generosa, pero no le faltan las peleas, las divisiones, los desórdenes morales, sufrimientos y pobreza. Que nuestra alabanza no sea ponernos una venda en los ojos. Creo que debemos tener más valentía. Si empezamos a mirar el mundo con los ojos de Dios y, por tanto a alabarlo por el bien que hace, seremos más capaces de distinguir el bien del mal y de entrar en los sufrimientos de la humanidad.

El sentido de la alabanza es el primer realismo: es la contemplación del mundo como lugar de la bondad, de la misericordia, del amor de Dios, del amor de Cristo por el hombre, por el pobre, por el enfermo, por el que sufre, por mí, por nosotros, por la Iglesia, por la humanidad. El hecho de estar aquí juntos, de haber conservado hasta ahora la fe, de haber perseverado en la vocación y misión, son todos dones inmensos...

Nuevamente gracias a todos y que el Señor los bendiga.